
Comienzo destacando una infeliz frase que he escuchado a los patronos cuando un empleado va a solicitarle un permiso por un familiar enfermo, y esta es su respuesta: "Acaso tú eres médico". No tengo dudas que muchos de ustedes la habrán escuchado.
Y digo que es una frase infeliz, porque está clarísimo que quien así responde no conoce los menesteres de una persona enferma.

Queda claro entonces, que aún cuando la persona no sea médico, su presencia en el momento de la operación es muy clave; aparte de lo citado en el párrafo anterior, también se justifica la presencia del familiar en una operación, por el apoyo emocional que redunde en la paz del sujeto que está próximo

Hay personas que han renunciado a su trabajo, porque el Jefe no le ha querido conceder los permisos para atender al familiar enfermo, lo cual nos lleva a formular que un valor humano que debe estar presente en el perfil de todo gerente, es la consideración y comprensión a la necesidad del empleado que se le acerca solicitándole permisos para ayudar a un familiar enfermo, ya que se trata de emergencias en las que nadie se quisiera ver envuelto, pero que son inevitables.
También ocurre que hay personas que son indiferentes o indolentes ante estas circunstancias, y generan en familiares y amigos un mal concepto en virtud de su evidente falta de humanidad, y que obliga al rumor de "Algún día le tocará a él vivir esa situación, y entonces se verá sólo, debido a su falta de humanidad con los demás". De hecho, hay personas que por haber procedido así,

Se ve muy desagradable la apatía de algunos hijos cuando alguno de sus progenitores está convalesciente. O la actitud de algunos padres o madres que no ofrendan al hijo, el debido apoyo en un trance de enfermedad. Lamentablemente la realidad está repleta de ambos tipos de casos. Esta consideración hacia los enfermos, en tanto valor social y espiritual, se forma primeramente por el ejemplo y oportuno consejo que recibe el sujeto en la niñez de parte de sus progenitores. El antivalor espiritual y social es la indiferencia, el valor espiritual es el amor, porque la receta para un convalesciente es ésta: amor, amor, y mucho más amor.

Luego viene el caso de la persona que tiene que quedarse en la noche con el operado para que esté pendiente de todo lo que requiera. Es un apoyo que se debe prestar voluntariamente, y de buena gana, porque de lo contrario, surtirá un efecto negativo en el enfermo. Ante esta circunstancia, el que acepta el papel de acompañante, debe olvidarse en ese momento de todas las preocupaciones u ocupaciones personales que le pudieran alterar el ánimo en forma tal que transmita una energía negativa al enfermo, y si es el caso de tener muchas ocupaciones es preferible que deje ese papel a quien si lo pueda cumplir relajadamente, en beneficio del enfermo.
Hay personas o grupos de personas que prestan este invalorable y desinteresado apoyo a los enfermos; tal es el caso de religiosos católicos y protestantes.


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