Cuando un político, recibe una pregunta muy comprometedora, su enésima respuesta evasiva, es: ¡sin comentarios!.
Cuando te ves en una situación comprometida, frente a tu empleador o ante un conocido, se te ocurre la útil aplicación del cliché: ¡sin comentarios!, y, adelante.
Cuando contemplas algo o alguien, que simplemente te deja estupefacto, y pareciera como si en lugar de español hablaras chino por cuanto te quedas sin palabras adecuadas, hay va otra vez, te vas por el callejón del: ¡sin comentarios!.
Es que, ¡Sin comentarios!, es esa tijera oportuna, que te permite cortar la tela hasta donde conviene y cuando conviene.
El amor, también tiene sus: ¡sin comentarios!. Lo mismo, la amistad. Lo mismo, la familia. Hay casos de casos, ... que son: ¡sin comentarios!, y practicamos un mejor vivir, cuando afrontamos esos casos con la debida sabiduría que se requiere para quedar bien y vivir en armonía.
El amor, también tiene sus: ¡sin comentarios!. Lo mismo, la amistad. Lo mismo, la familia. Hay casos de casos, ... que son: ¡sin comentarios!, y practicamos un mejor vivir, cuando afrontamos esos casos con la debida sabiduría que se requiere para quedar bien y vivir en armonía.