Aprendemos a valorar a esas personas o cosas que nos han acompañado toda la vida. Es parte del espíritu de gratitud del humano que no puede ser indiferente a aquello que le ha sumado valor agregado de felicidad a su vida. Y, si hay algo que "ancestralmente" ha acompañado al hombre, es la música. Desde las pinturas halladas en las cavernas de la prehistoria, hasta las más florecientes civilizaciones antiguas, llámese egipcia o azteca, siempre aparecen vestigios de la inclinación del ser humano hacia la música. Por esa razón, la raza humana, de cualquier latitud de este hermoso planeta, valora, aprecia y admira tanto a la expresión musical en su más alta composición.
Es que la música incluso va a marcar estereotipos en países. Si quieren tener un ejemplo, de tantos que pudieran citarse, les menciono el caso del tradicionalísimo y hermosísimo país llamado México. Ni por un sólo segundo pondría en duda la respuesta que recibiría de ustedes a mi pregunta, ¿qué es lo que mejor representa el típico gentilicio mexicano?. Qué más podría ser que su música, excelentemente interpretada y representada por los cantantes, elegantemente vestidos, con el nombre de Mariachis. Dicho sea de paso, intérpretes de canciones tan hermosas, que es muy común, por lo menos acá en Venezuela, contratar a grupos mesicales de Mariachis para animar ocasiones y eventos especiales, como el día de las madres, día del trabajador, cumpleaños de un jefe, etc. Culmino diciendo, que aún cuando no hay mexicanos en el auditorio, más de una vez, en reuniones amenizadas por mariachis, he escuchado el grito: ¡Viva México!, y ese impulso salido de lo más recóndito del alma, lo inspiró la música mariachi, que pasa a convertirse en la representación del típico mexicano.
La reflexión que quiero insertar para que considere el lector es: ¿se escuchan mejor los mariachis si gritan o si los parlantes de la sala de espectáculos los ponen a su máximo volumen?. Llevémoslo a un plano más reducido: ¿se escucha mejor la interpretación mariachi de un CD, si colocas tu reproductor a todo volumen?. Cuando colocas esos volúmenes tan exagerados: ¿es para escuchar tú la música, para que la escuche tu vecino?. Es que si te gustan tanto las letras románticas de las canciones de los mariachis, y quisieras compartirlas con tus vecinos, sería mejor que lo invitaras a tu casa para que escucharan la música, y no colocar esos volúmenes tan desconsiderados.
El colmo es que si tu vecino recurre al auxilio de la policía para que te obligue a moderar tus impulsos por la música, entonces pasas a catalogarlo de delicado o de mal vecino. ¡Es el colmo de la desfachatez!.
Es un valor social que poco a poco se está imponiendo, el de escuchar la música con volumen muy estridente. Incluso, ya se ve como algo ¡normal!, no sólo en casas sino también en reuniones que se hacen en apartamentos, y ese show, para completar los males, no es por unas horas, sino por toda la noche, marcando la pauta de la desconsideración y de la falta de respeto al nivel más desproporcionado.
Llega este mal hábito a expresiones tan desproporcionadas, que afecta incluso al mismo grupo familiar interno. Es el caso del muchacho que quiere escuchar su reproductor a todo volumen, e interrumpe al hermano que estudia o al padre que descansa su siesta, y el infractor, no acepta ni siquiera se da cuenta, del tamaño de su falta de consideración. El hecho no es impedir el disfrute del gozo de la música, sino que ese disfrute no afecta la paz y la armonía de tu entorno.
Esto lo vemos también cotidianamente en las unidades públicas de transporte colectivo, donde los choferes colocan la música con mucho volumen, y el desdorde de su inculta descortesía se manifiesta en que al que reclame, lo manda a bajar del bus, o le da aún más volumen a la música, ¡ah!, y cuidado si tal reclamo no degenera en burlas, o incluso en una invitación del chofer a resolverlo a golpes. Parece exagerado, pero es la realidad de todos los días, que también se ha llevado a los vehículos particulares, cuyos propietarios colocan la música a todo volumen, sin importarle en absoluto, el desagrado de los acompañantes que pudieran ser compañeros de trabajo que por necesidad tienen que pedirle el favor que los lleve.
No estás practicando un mejor vivir, si tu gusto por la música está afectando la armonía de tu entorno. Esta conducta, revela tu pobreza de educación y de principios morales mínimos.
Esto lo vemos también cotidianamente en las unidades públicas de transporte colectivo, donde los choferes colocan la música con mucho volumen, y el desdorde de su inculta descortesía se manifiesta en que al que reclame, lo manda a bajar del bus, o le da aún más volumen a la música, ¡ah!, y cuidado si tal reclamo no degenera en burlas, o incluso en una invitación del chofer a resolverlo a golpes. Parece exagerado, pero es la realidad de todos los días, que también se ha llevado a los vehículos particulares, cuyos propietarios colocan la música a todo volumen, sin importarle en absoluto, el desagrado de los acompañantes que pudieran ser compañeros de trabajo que por necesidad tienen que pedirle el favor que los lleve.
No estás practicando un mejor vivir, si tu gusto por la música está afectando la armonía de tu entorno. Esta conducta, revela tu pobreza de educación y de principios morales mínimos.
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